Amor que se ve con el corazón

Por Miguel Ángel Millán*

* Miguel Ángel Millán es interventor educativo con discapacidad y asesor en tecnología adaptada.

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El amor se vive de muchas maneras, pero pocas veces tenemos la oportunidad de conocerlo desde una perspectiva diferente. En las siguientes líneas, mi pareja comparte su experiencia de lo que ha significado nuestra relación, los desafíos que hemos enfrentado y las enseñanzas que hemos cosechado juntos. Su sentir refleja no solo el amor que nos une, sino también las lecciones de vida que hemos aprendido en estos 6 años:

Amor que se ve con el corazón

Iniciar una relación con una persona con discapacidad visual ha sido, sin duda, una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida. 6 años han pasado desde que decidimos caminar juntos, y cada día ha sido un aprendizaje constante, un viaje lleno de desafíos, adaptaciones y amor incondicional. 

Al principio, la idea de compartir mi vida con alguien con discapacidad visual me llenó de preguntas e incertidumbre, no porque tuviera dudas sobre mis sentimientos, sino porque sabía que la sociedad no siempre es comprensiva ni justa. Contarle a mi familia y amigos fue un reto; algunos se sorprendieron, otros mostraron preocupación, y unos cuantos no sabían cómo reaccionar, sin embargo, con el tiempo, todos aprendieron a conocerlo, a entenderlo y, sobre todo, a valorarlo tal como es. 

Lo más hermoso de nuestra relación es que, aunque él no puede verme con los ojos, me percibe de una manera mucho más profunda. Me ha enseñado a ver el amor desde una perspectiva que no depende de la apariencia, sino de los gestos, las palabras y los momentos compartidos. Me hace sentir bella todos los días, no por cómo luzco, sino por lo que soy. Y esa es una de las formas más puras de amar. 

Por supuesto, no todo ha sido sencillo. Como en cualquier relación, hemos tenido diferencias, momentos en los que la impaciencia o la frustración se han hecho presentes. Adaptarnos el uno al otro no siempre fue fácil, sobre todo al principio. Recuerdo lo complicado que fue aprender a describirle películas, ya fuera en casa o en el cine. Al principio, me sentía insegura, sin saber si lo hacía bien o si estaba transmitiendo lo que realmente sucedía en la pantalla. A veces, incluso hoy, siento que me cuesta hacerlo, pero sigo intentándolo, porque compartir esos momentos con él es más importante que la perfección en mi narración. 

Vivir juntos también trajo consigo nuevos desafíos. Pasé de ser alguien con la libertad de acomodar los muebles a mi antojo a entender que en nuestro hogar debía primar la funcionalidad y la accesibilidad. Aprendimos a adaptarnos mutuamente: él, con su increíble organización, y yo, con mi tendencia al desorden. A veces, su perfeccionismo me desespera un poco, pero también lo admiro por ello. No siempre se permite disfrutar de sus logros como debería, pero verlo superar barreras que para muchos resultarían imposibles me llena de orgullo. 

Y luego está Ruger, su perro guía, quien en un principio no me aceptaba del todo. Fue un proceso ganarme su confianza, pero con el tiempo, nos convertimos en una familia de tres. Para nosotros, él no es solo un compañero de asistencia, sino un miembro más de nuestro hogar, nuestro “perrhijo”, con quien compartimos amor y complicidad. 

Pero no todo lo que hemos enfrentado ha sido dentro de nuestra relación. Vivir en una sociedad que muchas veces ignora los derechos de las personas con discapacidad ha sido una lucha constante. Nos hemos topado con la discriminación en lugares públicos y en el transporte, con la incomprensión de quienes no respetan la importancia de un perro guía, con la indiferencia de un sistema que aún tiene mucho por mejorar. La falta de cultura en torno a la discapacidad es desgastante, pero también nos ha fortalecido y nos ha hecho luchar juntos por el respeto que él y tantas otras personas merecen. 

Hoy, después de todo lo vivido, puedo decir sin dudarlo: mi relación con Mike ha sido lo mejor que me ha pasado. Me ha cambiado, me ha hecho mejor, no solo para él, sino para el mundo. Me ha enseñado a ver la vida con sus ojos bonitos, con su corazón, con su esencia. Y si tuviera que elegir de nuevo, lo elegiría una y mil veces más. 

Te amo, Mike, con todo mi corazón de pollo. 

Gloria Vera

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