Francisco: un papa reformista al que no le dio tiempo de hacer más 

Redacción 

Chilpancingo, Gro., 21 de abril (PlanB).- El papa Francisco falleció este lunes 21 de abril, a la edad de 88 años, en su residencia de la Casa Santa Marta del Vaticano, informó Vatican News en su cuenta de la red social X. 

La noticia fue confirmada por el cardenal camarlengo, el irlandés Kevin Farell, en un comunicado publicado por el Vaticano en su canal de Telegram, en el que se indica que el sumo pontífice falleció a las 7:35 de la mañana de este lunes. 

Horas más tarde, El Vaticano dio a conocer que el papa Francisco murió a causa de un ictus cerebral, entró en coma y luego sufrió una “insuficiencia cardiaca irreversible”.  

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Líderes internacionales y políticos de todo el espectro ideológico muestran su conmoción por la muerte del pontífice, del que destacan su compromiso con los inmigrantes y los más vulnerables y su condena de las guerras que asolan el mundo o los riesgos del cambio climático.  

El Papa, que salió del hospital el 23 de marzo tras una hospitalización de 37 días por una neumonía, apareció en público por última vez este domingo en la plaza de San Pedro, para la celebración de la Pascua. Ese día, su última reunión pública fue con el vicepresidente de los Estados Unidos, J. D. Vance, tras las críticas de Francisco a las políticas de Donald Trump contra los migrantes, quien instó a los católicos a rechazar las narrativas antiinmigrantes, en un ataque inusualmente directo contra el gobierno estadunidense. 

Francisco fue el primer sumo pontífice latinoamericano y muy popular entre los fieles de todo el mundo, pero enfrentado a una feroz oposición en su reforma de la Iglesia Católica. 

El viernes 14 de febrero de 2025, Francisco ingresó en el hospital Gemelli de Roma aquejado de una bronquitis que le provocaba graves dificultades respiratorias. Le diagnosticaron una neumonía en ambos pulmones que requirió intenso tratamiento médico, haciendo temer por su estado. Finalmente salió el 23 de marzo. 

El Domingo de Resurreción condenó el rearme en su mensaje: “Cuánta voluntad de muerte vemos cada día en los numerosos conflictos que afectan a diferentes partes del mundo. Cuánta violencia percibimos a menudo también en las familias, contra las mujeres o los niños. Cuánto desprecio se tiene a veces hacia los más débiles, los marginados y los migrantes”. 

Rechazó “la carrera general para el rearme” e instó “a usar los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo”. 

“La paz tampoco es posible sin un verdadero desarme. La exigencia que cada pueblo tiene de proveer a su propia defensa no puede transformarse en una carrera general al rearme”, aseveró Francisco. 

El excardenal de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, fue el primer pontífice en elegir el nombre de Francisco, el santo de los pobres, cuyas enseñanzas inspiraron su pontificado, iniciado el 13 de marzo de 2013. 

El primer papa jesuita y latinoamericano de la historia se implicó sin descanso en la defensa de los migrantes, el medio ambiente y la justicia social, sin poner en entredicho las posiciones de la Iglesia en temas como el aborto o el celibato de los curas. 

Francisco mantuvo durante años un ritmo frenético de trabajo, encadenando a menudo una docena de citas al día. 

Tanto en Roma como en el extranjero, el llamado “papa del fin del mundo”, que fue líder de los jesuitas durante la dictadura argentina en la década de 1970, denunció sin descanso todas las formas de violencia, desde la trata de seres humanos a las catástrofes migratorias, pasando por la explotación económica. 

Pero, pese a ser un acérrimo oponente al comercio de armas, vio impotente a las guerras en Ucrania y en Oriente Medio. 

Francisco, un político avispado conocido por su franqueza, también trabajó para reforma la Curia, el gobierno de la Santa Sede, desarrollar el papel de las mujeres y los laicos en la Iglesia y sanear las finanzas del Vaticano. 

Para luchar contra los abusos sexuales a menores en la Iglesia, levantó el secreto pontificio y obligó a religiosos y laicos a denunciar los casos a su jerarquía. 

Sin embargo, no convenció a las asociaciones de víctimas, que le criticaron por no haber ido lo suficientemente lejos. 

Muy apegado al diálogo interreligioso, sobre todo con el Islam, defendió hasta el final una Iglesia “abierta a todos”, lo que le costó duras críticas por parte de movimientos extremistas por su apoyo a los migrantes. 

El estilo cálido de este papa reformista que cada domingo deseaba “buen provecho” a los fieles en la Plaza de San Pedro despertó un gran fervor popular. 

Pero también fue muy criticado por la oposición conservadora por su supuesta falta de ortodoxia y un gobierno considerado autoritario. 

Esas críticas –plasmadas en peticiones, libros y carteles en las paredes de Roma– también proliferaron por la sombra de Benedicto XVI, que residió en el Vaticano hasta su muerte a finales de 2022, lo que hizo que durante años hubiera “dos papas”. 

También hubo conflictos internos, con críticas de algunos cardenales, especialmente sobre el el sínodo sobre el futuro de la Iglesia celebrado de 2023, un proyecto que quedó inconcluso. 

El particular estilo de Francisco, que prefirió un sobrio departamento de dos habitaciones de 70 metros cuadrados al lujoso palacio apostólico e invitó a personas sin hogar y prisioneros a su mesa, también le valió críticas por desacralizar en exceso su papel. 

El papa número 266 pareció más interesado por la “periferia” del planeta que por los grandes países occidentales. 

También puso sobre la mesa nuevos debates dentro de la Iglesia, como con su encíclica ecologista y social Laudato sí, un alegato contra el capitalismo y un llamado a salvaguardar el planeta. 

Con él se acabaron la demonización de la homosexualidad, los debates sobre las relaciones extramatrimoniales o la píldora anticonceptiva. 

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