Texto: UNAM Global
El sismo de 1985 transformó a México. De aquella tragedia nacieron los Topos Tlatelolco, una brigada ciudadana que, con el tiempo, se volvió un referente internacional de rescate. Hoy, universitarios como Mario Luna e Iván Barrientos continúan con esa misión, convencidos de que la preparación y solidaridad son la mejor herencia de ese 19 de septiembre.
Ingeniero geólogo por la UNAM y empresario del calzado, Mario se sumó a la escuadra en 1993, cuando su gusto por la aventura, el rapel, la tirolesa, el kayak y los perros lo llevaron a entrenar con la brigada los domingos. Ahí encontró un propósito: ayudar a quien se encuentra desvalido ante fenómenos naturales como los sismos. “En el 85 no estábamos preparados, pero la ayuda civil sostuvo a la ciudad”, recuerda.
Desde entonces, ha participado en rescates tanto en Haití como en Turquía, aunque él destaca el realizado en Indonesia porque lo marcó profundamente. “Había miles de cadáveres y nos tocó caminar de puntillas para no pisarles. Es traumatizante, pero tu trabajo es ayudar”.
Enfrentar un evento de tal magnitud le hizo comprender la importancia de cuidar su salud mental y la de sus compañeros mediante terapias grupales y diálogo con otras escuadras. También entendió que viajar a un país ajeno para brindar ayuda implica adaptarse a otra cultura, idioma y religión, y que lo técnico se vuelve inseparable de lo humano.
“La carga sobre nuestros hombros es grande. No puedes decir a los más jóvenes: ‘Se derrumbó, vayan y entren’. Hay protocolos y los enseñamos. Es un trabajo de alto riesgo y si te ganan los nervios, puedes accidentarte; hay que seguir reglas para volver con vida”, afirma el líder operativo.
Para el universitario, esta labor de altruismo nace de la empatía ciudadana mexicana. “Somos campeones en solidaridad. En 1985 no sabíamos nada de protección civil y, aun así, la sociedad sostuvo el rescate. Esto se reafirmó en 2017, pues el temblor de ese año nos mostró la efectividad de realizar simulacros y de tener planes de evacuación. Es preciso llevar la prevención a las escuelas, ya que las niñas y niños ‘son esponjas’ y todo esto se puede aprender también en casa”, señala.
A decir de Mario, además de técnica y valores, la UNAM le enseñó a leer una estructura y evaluar, a partir de columnas y muros de carga, por dónde y cómo entrar. “Y sobre todo me inculcó honestidad y conciencia de equipo: a reportar objetos hallados, a coordinarme con autoridades y con la comunidad, y a cuidar al compañero dentro y fuera del operativo”.
La prevención salva más que cualquier maniobra. Es preciso armar un plan, hacer ejercicios y tomar en serio los simulacros. Hay que agradecer a la Universidad lo que nos da y regresarlo a la sociedad, concluye.
Innovación y voluntariado
Iván Barrientos estudia la licenciatura en Física en la Facultad de Ciencias de la UNAM, actividad que combina con el marketing, la tecnología y la innovación. Desde 2006 apoya a la Brigada de Rescate Topos Tlatelolco en las áreas operativas y de logística.

Su inquietud por sumarse a la escuadra se remonta a 1985, pues aunque entonces él tenía apenas tres años y recuerda poco del evento, su madre le suele platicar sobre lo que ambos vivieron en el quinto piso donde habitaban y de la loable labor realizada por aquel grupo de rescate integrado por voluntarios que, más tarde, serían bautizados como topos.
A decir de Iván, lo ocurrido hace 40 años nos dejó enseñanzas surgidas de lo comunitario que permearon hasta llegar a lo gubernamental. Sin la sociedad civil organizada y la solidaridad inmediata, hoy no entenderíamos la institucionalización de la protección civil. “En 2017 esa memoria se activó: la gente salió y la conciencia salvó vidas”.
El universitario describe su paso por los Topos como una experiencia “enriquecedora y diversa” en la que ha aprendido desde a interactuar con perros y dar atención en inundaciones, hasta colaborar interinstitucionalmente y manejar a poblaciones en crisis.
Además, subraya que su formación en física le ha mostrado el valor de la técnica aplicada. “La ciencia no se hace sola”, y por ello siempre busca aportar lo que sabe a la brigada y apoyarse en sus compañeros.
“El voluntariado me volvió un ciudadano más integral, pues combinar la faceta técnica y empresarial con la acción social me ha dado sentido y me ha llevado a inspirar a amigos y familiares. Debemos devolver a la sociedad lo aprendido en la UNAM y fortalecer a México desde la solidaridad. Somos una asociación civil sin fines de lucro; vivimos de nuestros recursos y de donativos. Infórmense, protéjanse, únanse: siempre hay una manera de ayudar”. Así, lo nacido entre escombros hoy es cultura de prevención con binomios caninos, mochilas de emergencia y capacitación continua que salvan vidas. La solidaridad de aquel 1985 no es recuerdo: es trabajo diario.


