Antes y después de perder la vista: lo que hoy desearía recuperar

Aunque con el tiempo he aprendido a adaptarme a mi nueva realidad, no cambiaría la oportunidad de volver a ver.

Por Miguel Ángel Millán*

* Miguel Ángel Millán es interventor educativo con discapacidad y asesor en tecnología adaptada.

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Octubre es un mes especialmente simbólico para quienes vivimos con discapacidad visual. En estas fechas se conmemora el Día Mundial de la Vista (09/10), destinado a crear conciencia sobre la importancia de cuidar nuestros ojos, y también el Día Internacional del Bastón Blanco (15/10), un símbolo de independencia, orientación y dignidad para las personas ciegas en todo el mundo. Ambas fechas invitan a reflexionar sobre lo que significa perder la visión y el impacto que esto tiene en la vida de una persona y su entorno.

Perder la vista para mí ha significado un cambio total en la forma de vivir. Desde la manera en que me desplazo hasta la forma en que me relaciono con las personas, todo ha tenido que transformarse. No solo yo he cambiado, sino también quienes viven conmigo. Ellos también han debido adaptarse a una nueva forma de vida: mantener los muebles siempre en el mismo lugar para no alterar el mapa mental que me permite moverme con seguridad, describir con precisión los objetos o las situaciones para que pueda comprender mejor mi entorno, y aprender a tener paciencia en procesos que antes eran automáticos.

Extraño muchas cosas de poder ver. Jugar videojuegos era una de mis grandes pasiones; andar en bicicleta me daba una sensación de libertad y adrenalina incomparable. También echo de menos el simple placer de observar el mundo: los rostros de las personas, los colores del cielo, los paisajes, las formas y detalles que la naturaleza nos regala o que el ingenio humano ha sabido construir. Son recuerdos visuales que permanecen vivos en mi mente y que, de alguna manera, alimentan la nostalgia y la motivación por seguir adelante.

Aunque con el tiempo he aprendido a adaptarme a mi nueva realidad, no cambiaría la oportunidad de volver a ver. Mi vida actual me ha enseñado el valor incalculable de la vista, algo que tenemos tan normalizado. Por eso, desde mi experiencia, creo importante crear conciencia entre quienes aún conservan su visión: cuídenla. Hasta ahora, no existe una forma definitiva de recuperarla cuando se pierde, al menos no en mi caso.

Tal vez pude haber prevenido parte de esto si hubiera usado los lentes de aumento que tanto me avergonzaban en la escuela. En aquel tiempo, me afectaba más las burlas de mis compañeros que mi propia salud visual. No comprendía que forzar la vista al copiar del pizarrón o leer libros sin la ayuda adecuada podría tener grabes consecuencias. También recuerdo cómo me acercaba demasiado a la televisión, sin imaginar que ese hábito podría estar dañando aún más mi visión.

Hoy, a través de estas experiencias, hago un llamado a los padres y madres de niños que presenten problemas visuales: no posterguen una revisión con el oftalmólogo. Un diagnóstico temprano puede prevenir enfermedades que afectan la vista y evitar que un problema leve se convierta en una condición permanente. 

Asimismo, es importante prestar atención al uso excesivo de dispositivos electrónicos, tanto en los niños como en los adultos, ya que las pantallas y el cansancio ocular son hoy una de las principales causas de deterioro visual.

Según la Organización Mundial de la Salud, más de mil millones de personas en el mundo viven con algún tipo de discapacidad visual que podría haberse prevenido o tratado a tiempo. Las causas más comunes son la miopía, la catarata, el glaucoma y la degeneración macular, padecimientos que en muchos casos pueden detectarse con revisiones periódicas.

Cuidar la vista no solo es una cuestión de salud, sino de calidad de vida. Porque ver es mucho más que percibir imágenes: es conectar con el mundo, reconocer rostros, disfrutar el arte, desplazarse con libertad o simplemente mirar a quien amamos. Y cuando la vista se pierde, aprendemos que la oscuridad no está solo en la falta de luz, sino en la falta de empatía. Por eso, aprovechemos este mes para reflexionar, prevenir y valorar el milagro cotidiano de poder ver.

Fotografía cedida por Miguel. En ella se ve él con su uniforme de primaria el día de su clausura, antes de perder la vista.
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