Porque no todas las personas con autismo tienen una memoria prodigiosa o son genios de la medicina.
Por Miguel Ángel Millán*
* Miguel Ángel Millán es interventor educativo con discapacidad y asesor en tecnología adaptada.
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El 2 de abril se conmemora el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, una fecha que no debe pasar desapercibida, porque no basta con iluminar edificios de azul ni llenar las redes de corazones y moños. Lo que verdaderamente importa es visibilizar, comprender y transformar la manera en la que la sociedad se relaciona con las personas dentro del espectro autista.
Uno de los retos más graves que enfrentan muchas personas con autismo es el acceso a un diagnóstico certero. No es raro encontrar a adultos que toda su vida han sido etiquetados como “problemáticos”, “difíciles” o “raros”, sin saber que su manera distinta de percibir y procesar el mundo tiene una explicación neurológica. Pero también existe el otro extremo: personas que han sido diagnosticadas erróneamente como autistas, muchas veces por profesionales sin la preparación suficiente, lo que puede afectar severamente su desarrollo emocional y social. En ambos casos, el problema radica en la falta de conocimiento, la escasez de especialistas y una patologización de la diferencia.
Tener un diagnóstico certero no significa encasillar a alguien, sino ofrecerle las herramientas adecuadas para vivir con mayor autonomía, recibir los apoyos que necesita y, sobre todo, entenderse mejor a sí mismo. Para muchos, ponerle nombre a lo que sienten y viven no es una condena, sino un alivio. Pero ese alivio solo llega cuando el diagnóstico es acompañado de empatía, información clara y respeto a la diversidad neurobiológica.
La representación del autismo en los medios también ha generado estereotipos que, aunque bien intencionados, terminan por limitar la comprensión real del espectro. Personajes como Raymond en Rain Man o Shaun Murphy en The Good Doctor han reforzado la idea de que las personas autistas deben tener habilidades extraordinarias para ser aceptadas o admiradas. Esta narrativa, aunque visibiliza, también excluye. Porque no todas las personas con autismo tienen una memoria prodigiosa o son genios de la medicina, y eso no les resta valor.
El espectro autista es diverso. Hay personas que pueden vivir de manera independiente, otras que necesitan apoyos constantes. Algunas disfrutan el contacto social, otras lo evitan. Hay quienes se comunican verbalmente y quienes lo hacen a través de dispositivos o lengua de señas. Pretender que el autismo cabe en un solo molde es tan absurdo como creer que todas las personas neurotípicas piensan igual.
Visibilizar el autismo implica romper con las ideas preconcebidas, dejar de ver a las personas autistas como un misterio que necesita ser resuelto y comenzar a verlas como lo que son: personas completas, con emociones, deseos, talentos y derechos. La sociedad necesita adaptarse a ellas, no al revés. Para eso, es necesario escuchar sus voces, dejar de hablar por ellas y comenzar a hablar con ellas.