Terror en la discapacidad: relatos de supervivencia cotidiana

Relatos ficticios del terror que enfrentan personas con alguna discapacidad, que son una realidad.

Por Miguel Ángel Millán*

* Miguel Ángel Millán es interventor educativo con discapacidad y asesor en tecnología adaptada.

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La Oscuridad Desconocida

Sergio, un hombre ciego acostumbrado a moverse solo por las calles de su ciudad, decidió salir una noche para asistir a una reunión con amigos. La noche parecía tranquila, la brisa era suave y el bastón en su mano derecha golpeaba rítmicamente el pavimento, brindándole la orientación que necesitaba. Al finalizar la reunión, abordó un taxi para regresar a casa. Confió en que el conductor lo dejaría en la dirección correcta, pero no fue así.

El taxi lo dejó en un lugar desconocido, aunque Sergio no lo supo de inmediato. Al comenzar a caminar, su bastón empezó a dar señales de que algo no estaba bien. La acera era irregular y llena de baches, un detalle que lo desorientaba aún más. El silencio de la calle era absoluto; no había ruido de automóviles, ni voces humanas. Lo único que se escuchaba, cada vez más cercano, eran los ladridos de varios perros callejeros. Sergio sintió cómo esos ladridos se acercaban, sin poder determinar cuántos eran ni qué tan cerca estaban. Su ansiedad aumentó con cada paso, y un escalofrío recorrió su espalda.

De repente, con un sonido seco, el bastón se dobló en dos. La cuerda elástica que mantenía unidas sus partes había cedido. El pánico lo inundó; sin su bastón, estaba prácticamente inmovilizado. Se quedó quieto, el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, la respiración entrecortada, sin saber si dar un paso más podría llevarlo a caer en un agujero, un charco profundo o un obstáculo desconocido. Mientras los ladridos se acercaban cada vez más, Sergio no sabía si los perros eran amigables o agresivos, pero la sola idea de ser atacado lo hacía temblar.

Estaba atrapado en la oscuridad de una calle vacía, con la incertidumbre y el miedo calando hondo. Sergio, en un último recurso desesperado, tocaba el suelo con sus pies temblorosos, buscando alguna referencia que le diera orientación. La desolación y el frío de la noche se sentían como un susurro maligno al oído, aumentando la sensación de vulnerabilidad. Lo que para otros sería un simple percance, para él era una pesadilla real: la total falta de control en una situación desconocida.

La Prisión del Cuerpo

Ana, una mujer usuaria de silla de ruedas, no tenía más opción que salir de su casa aquel día, a pesar de que se sentía mal del estómago. Su médico le había insistido en que debía presentarse a una cita urgente, así que se armó de valor y emprendió el viaje hacia la clínica. Al llegar, lo primero que sintió fue alivio por haber alcanzado su destino, pero pronto la realidad se volvió en su contra.

Necesitaba usar el baño con urgencia, el sudor frío en su frente era testigo de la incomodidad extrema que sentía. Sin embargo, al preguntar por el baño accesible, le informaron que estaba fuera de servicio. La noticia le cayó como un balde de agua fría. No había más baños accesibles en la clínica, y su estómago seguía dándole avisos de lo inevitable. Sintió como si el mundo entero se estuviera cerrando a su alrededor, la angustia creciendo con cada segundo que pasaba sin una solución.

Trató de contenerse lo más que pudo, pero la desesperación era real. Su cuerpo estaba en una situación crítica, y su única salida parecía ser el sufrimiento prolongado o la humillación pública. Se encontró mirando fijamente la puerta del baño cerrado, como si con solo mirarlo pudiera abrirse mágicamente. Pero la realidad era otra: estaba atrapada en un edificio que no podía satisfacer una necesidad tan básica como ir al baño.

La desesperación y el terror de saber que no podría moverse rápido si la situación se volvía incontrolable la paralizó aún más. Lo que para cualquiera sería una situación incómoda, para Ana era una experiencia aterradora: la impotencia de estar encerrada en su propio cuerpo, sin opciones ni refugios inmediatos, con la urgencia pulsando cada vez más fuerte.

El Silencio del Aula

Elena, una adolescente sordomuda, enfrenta diariamente un reto mayor en la escuela: la incomprensión de su entorno. Su maestro enseña sin considerar su necesidad de leer los labios, y sus compañeros apenas la miran. Elena intenta comunicarse con señas, pero se topa con miradas confusas y poco interés.

Durante una actividad grupal, Elena se queda sola mientras todos forman equipos. El rechazo es palpable, y su frustración se convierte en lágrimas contenidas. La sensación de invisibilidad la invade, mientras el maestro sigue su rutina sin notar su lucha.

El miedo de Elena no proviene de sombras siniestras, sino de un aula indiferente que la convierte en una prisionera de su silencio, en un lugar donde la falta de empatía le produce un terror constante: el de no ser vista ni entendida.

Estas historias reflejan el verdadero horror al que se enfrentan muchas personas con discapacidad, no porque sus vidas sean de terror, sino porque las barreras y la falta de empatía convierten situaciones cotidianas en verdaderas pesadillas. La empatía es el primer paso para cambiar esta narrativa, transformando el miedo en comprensión y acción.

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