Turismo para todos: tres destinos internacionales que han abierto sus puertas a la inclusión 

*Estos destinos no han llegado a la inclusión por accidente. Lo han hecho con políticas claras, inversiones concretas y, sobre todo, escuchando las voces de las personas con discapacidad. 

Por Miguel Ángel Millán*

* Miguel Ángel Millán es interventor educativo con discapacidad y asesor en tecnología adaptada.


Viajar es una experiencia que transforma, que nos conecta con otras culturas, paisajes y personas. Sin embargo, para millones de personas con discapacidad, el turismo a menudo se convierte en una travesía llena de obstáculos. Afortunadamente, hay lugares en el mundo que han comenzado a romper barreras, demostrando que la inclusión no solo es posible, sino deseable. Aquí te presentamos tres destinos turísticos que están marcando la diferencia por su enfoque accesible e inclusivo. 

Barcelona, España, es sin duda un referente mundial cuando se habla de turismo accesible. Esta ciudad ha hecho de la accesibilidad un compromiso serio y tangible. Desde la remodelación de sus playas con pasarelas, sillas anfibias y personal capacitado para asistir a personas con discapacidad motriz, hasta el sistema de transporte que cuenta con autobuses, trenes y metro adaptado. Además, sus principales atracciones como la Sagrada Familia, el Parque Güell y el Museo Picasso ofrecen accesos adaptados, material en braille, audioguías y visitas guiadas especiales. Barcelona no sólo adapta su infraestructura, también educa y sensibiliza a su personal para garantizar una experiencia digna y placentera para todos sus visitantes. 

En Japón, la ciudad de Kioto ha combinado su riqueza histórica con una voluntad contemporánea por ser accesible. A pesar de su complejidad geográfica y los siglos que resguardan sus templos, la ciudad ha hecho un esfuerzo extraordinario por incorporar rampas, señalética táctil, elevadores e información en lenguaje sencillo para visitantes con discapacidad intelectual. Uno de sus ejemplos más notables es el Templo Kiyomizudera, que cuenta con rutas alternas accesibles sin sacrificar la experiencia cultural. El transporte público también ha sido transformado para ofrecer accesibilidad en estaciones de tren y autobuses, demostrando que la tradición y la modernidad pueden coexistir para todos. 

En nuestro continente, la ciudad de Vancouver, en Canadá, ha sido reconocida por su enfoque inclusivo no solo en lo turístico, sino en la vida cotidiana. Vancouver es una ciudad donde las aceras amplias, los semáforos con señales auditivas, los taxis adaptados y la señalización clara forman parte del paisaje urbano. Sus espacios naturales como Stanley Park, playas y miradores han sido diseñados pensando en la diversidad funcional, con caminos accesibles y zonas de descanso adecuadas. Además, la inclusión también se refleja en sus museos y centros culturales, donde hay programas de accesibilidad sensorial, visitas con lengua de señas y personal capacitado en trato a personas con discapacidad psicosocial. 

Estos destinos no han llegado a la inclusión por accidente. Lo han hecho con políticas claras, inversiones concretas y, sobre todo, escuchando las voces de las personas con discapacidad. Han comprendido que el turismo incluyente no solo amplía el mercado, sino que también enriquece la experiencia de todos. 

En contraste, ciudades como Acapulco, aunque bendecidas por la naturaleza y el calor humano, todavía tienen mucho camino por recorrer. La mayoría de sus playas carecen de accesos adaptados, los hoteles rara vez cumplen con estándares de accesibilidad universal, y el transporte público deja fuera a quienes se movilizan en silla de ruedas o requieren asistencia. Lo que le hace falta a Acapulco no es sol, ni mar, ni cultura: le falta voluntad. Voluntad política, voluntad empresarial y voluntad social para entender que la inclusión no es un lujo, es un derecho. Y cuando una ciudad decide caminar en esa dirección, lo hace no solo por las personas con discapacidad, sino por una sociedad más justa, humana y abierta al mundo. 

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