Por Miguel Ángel Millán
*Miguel Ángel Millán es interventor educativo con discapacidad y asesor en tecnología adaptada
En el oscuro y retorcido mundo de la política mexicana las discapacidades se han convertido en fichas de ajedrez, piezas movidas por políticos oportunistas en busca de votos y apoyo. Es como si las discapacidades fueran la última tendencia en accesorios políticos. Olvídense de las propuestas sólidas, porque en México, la clave para el éxito electoral parece ser adoptar una discapacidad de última moda.
Es asombroso cómo algunos políticos «descubren» las discapacidades en el momento justo para las elecciones. ¿Acaso estas discapacidades aparecen por arte de magia en sus eventos políticos? O tal vez, la política mexicana es tan eficaz que puede generar medidas de inclusión en tiempo récord.
¿Quién necesita propuestas sólidas cuando puedes aparecer en una silla de ruedas y conmover a la audiencia? Hablemos de las promesas vacías: los políticos hacen alarde de su compromiso con la inclusión de personas con discapacidades, pero sus acciones cuentan una historia diferente. Prometen un México más accesible mientras recortan presupuestos para adaptaciones y rampas. Aplauden la diversidad mientras votan en contra de leyes que garantizarían derechos básicos a las personas con discapacidad.
Pero no te preocupes, porque en medio de esta farsa política, aparecen las migajas de la benevolencia. Los políticos, como verdaderos magos, reparten despensas y apoyos económicos entre la multitud. ¡Oh, qué generosos son! Pero no te dejes engañar por estos actos caritativos. Son como caramelos envenenados, una distracción de su falta de compromiso real con la discapacidad.
En resumen, en México, la discapacidad se ha convertido en un perverso accesorio político. Las personas con discapacidad son utilizadas como peones en el juego de la política, y una vez que los políticos obtienen lo que quieren, las olvidan.
Es hora de que dejemos de ser espectadores pasivos y exijamos un cambio real en la política mexicana. Necesitamos líderes que no vean las discapacidades como un medio para un fin, sino como una parte integral de nuestra sociedad que merece respeto, igualdad de oportunidades y un compromiso genuino con la inclusión.
Las personas con discapacidades no son peones en un juego político, y no deberían ser tratadas como tal. La verdadera inclusión no se logra con promesas vacías y gestos caritativos, sino con acciones concretas y un compromiso sostenido hacia un México más accesible y equitativo para todos.